El wingfly o wingsuit
es una modalidad del paracaidismo que consiste en planear sobre el perfil de
una montaña con un traje que incorpora membranas a modo de alas, deporte de
alto riesgo que cada vez tiene más adeptos en Europa y Estados Unidos. A sus
practicantes les encanta grabar imágenes de sus alucinantes y peligrosos
descensos, ya habrás visto alguna. Con orgullo
hablan del subidón de
adrenalina que sienten, al que sin duda contribuye que uno de cada cuatro
vuelos acabe en accidente mortal. Si un tipo juega a la ruleta rusa con un
revólver “normal” – no sé nada de revólveres, ni normales ni anormales- tiene
una de seis posibilidades de atravesarse la cabeza con una bala. El paracaidista
de marras, una de cada cuatro de chafársela contra una roca. El primero es un
loco suicida, el segundo un moderno. Por cierto, son escasas las mujeres
practicantes de ambas curiosas disciplinas, en general solo el macho es capaz
de jugarse la existencia por dinero, fama o adrenalina. Psiquiatras y
terapeutas sexuales seguro que tienen alguna explicación.
Hace poco oí en la radio a un muy avezado escalador anunciar
que ya había conseguido financiación económica para intentar por tercera vez la
escalada de una pared vertical situada en los Andes chilenos, al parecer nunca
lograda. Con orgullo manifestó a la
audiencia que en realidad su segundo intento no había sido un fracaso, ya que “haber
vuelto vivo era ya era un éxito en sí mismo” (sic). ¿Es posible que exista
alguna institución pública o privada capaz de aportar dinero para semejante
empresa? ¿Y si la tercera intentona no tiene éxito alguno? Leche Pascuala,
Equipos de Montaña “Hasta una mejor vida” y Ayuntamiento de Quinto Carajo han
financiado el porrazo del año…la verdad, no me lo imagino.
En las sociedades occidentales, esas que llamamos avanzadas,
nos aburrimos tanto que somos capaces de arruinar nuestra vida y las de los
demás por un poco de adrenalina…o por un sueño poco definido. Hasta el pensamiento
que consideramos crítico o renovador se autodestruye de manera absurda, dejando
entrever un sospechoso – y terrible- deje autoritario.
Vivir con intensidad
se ha convertido en el ideal de nuestra sociedad. Tristan Garcia, joven y brillante filósofo francés, nos ayuda a
comprender lo que hay detrás de esa agotadora búsqueda de sensaciones en un
breve y luminoso ensayo titulado La vida intensa.
Ayudarnos a entender la contemporaneidad es el objetivo de
la colección 360º Claves Contemporáneas,
que dirigida por Cristina Monge
publica Gedisa Editorial. De momento
han aparecido dos títulos, Comprender la democracia de Daniel Innerarity y Reformar
el sistema electoral, firmado por Jorge
Urdánoz y Enrique del Olmo.
Y más vale que nos armemos intelectualmente contra la posverdad, esa nueva palabra que ya es
una constante en nuestra realidad presente. Tres libros pueden ayudarnos: La
posverdad. Una cartografía de los medios, las redes y la política, obra
coordinada por Roberto Aparici y David García Marín (y en la que tiene
un artículo mi cuñado, Manuel Aguilar
Gutiérrez: salud, cuñao); Posverdad
de Lee Mcintyre y Posverdad.
La nueva guerra contra la verdad y cómo combatirla, obra de Matthew d’Ancona.