Dante no lo podía saber, claro, pero el infierno es perder el móvil, pensar que toda tu vida va a parar a manos ajenas, y que esas manos pueden ser malévolas. Si son capaces de entrar en la CIA, tumbar los servidores de Facebook o Google, ¿no serán capaces de destripar tu Pocophone, vaciarte las ya de por si vacías cuentas bancarias, manipular tus fotos y colgarlas en Instagram, acceder a tu correo, enemistarte con tus amigos, violar tu intimidad?
Antes de llamar a la compañía telefónica y enfrentarte resignado a su servicio de atención al cliente, has mirado y remirado el suelo, las mesas, las estanterías, el cajón de la ropa sucia, las papeleras, la bolsa de la basura orgánica, la del papel, la del cristal, la del plástico, los bolsillos de los abrigos y de todos los pantalones, incluso de los que no te pones hace mil años a causa de la ligera barriga que pretendes esconder. Te arrastras por el suelo y te subes a las sillas para no dejar ni un hueco sin repasar. Respiras hondo dos, tres, cuatro veces, antes de repasar mentalmente todos los movimientos anteriores a la pérdida. Un par de puñetazos en la pared y unos miles de juramentos. Y los amigos que te aconsejan llamar a objetos perdidos y que piensan que eres un pobre desgraciado que a lo mejor ni tenías copia en la nube, como si fuera tan fácil eso de la nube y de las apps de búsqueda y toda esa mierda.
Y entonces las autoridades te convocan a una reunión virtual para hablar de cultura y de los Fondos Europeos de Recuperación, esos que llaman Next Generation, y hablas un rato y escuchas con paciencia hasta que el moderador dice que la cosa va de “Digitalización”, y entonces notas que te sube la tensión, que tienes ganas de agarrarle nada virtualmente por la chaqueta y liarla parda, que ya no puedes más y que te sientes como lo que eres, un tonto del culo.
Ya tengo nuevo móvil.
Ahora que todas las encuestas parecen indicar que se lee más que en la otra vida, esa en la que vivíamos sin miedo ni mascarillas, conviene reflexionar sobre Lectura y pandemia, que es lo que hace en el libro de tal nombre Roger Chartier, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, en conversación con Alejandro Katz, Daniel Goldin y Nicolás Kwiatkowski: economía política del libro y de la edición, lectura digital y analógica, el futuro de las librerías…Léelo y asiste al debate que los autores mantendrán en nuestro canal de Youtube el próximo jueves 4 de marzo.
En El mundo en vilo. La ilusión tras la Gran Guerra, Daniel Schönpflug nos acompaña a noviembre de 1918, al final de una guerra aterradora y a lo que parecía el nacimiento de un nuevo mundo repleto de ilusiones y esperanzas, que no muchos años más tarde otra guerra aún más cruenta acabaría enterrando. Apasionante fresco histórico traducido por Lucía Martínez Pardo.
Todos y cada uno de los libros de Juan José Saer (Serondino, Santa Fe, Argentina, 1937-París, 2005) son extraordinarios. Los que tuvimos la ocasión de conocerlo personalmente, aunque fuera de manera circunstancial, jamás olvidaremos su halo de bondad y sabiduría. El río sin orillas. Tratado imaginario fue su único ensayo, un libro por encargo que habla del estuario del Río de la Plata y de ese extraño país que es Argentina. Días Contados lo reedita con un luminoso prefacio de Alan Pauls.
Esta semana aparece el nuevo libro de Edurne Portela, Los ojos cerrados. Mundo rural, franquismo, memoria y olvido, violencia…Un texto bellísimo y estremecedor que he leído hechizado. No te la pierdas.
Constantino Bértolo, uno de los críticos más respetados de nuestro país, publica ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX, un estimulante y particular canon literario que nos adentra en un siglo de historia de España a través de 55 obras escritas en castellano.
Y nada más, salvo desearte salud y buenas lecturas. Nos vemos en Cálamo. Un abrazo. Paco Goyanes