Mi lavavajillas – o lo que queda de él- es de marca alemana, metalizado, de los buenos. Desde que llegó a mi vida he procurado cuidarlo bien: no lo cargo demasiado y solo utilizo pastillas de detergente de las caras, de esas que tienen varios colores.
Comenzaba la tarde, debían ser las tres o tres y media. Habíamos comido con dos de nuestras hijas una estupenda paella que mereció vítores y aplausos. Los vasos en la parte superior, los platos en la inferior, los cubiertos en su cajetín, programa ecológico a temperatura de 50º, dedo índice en el botón de encendido…y no arranca, mi lavavajillas alemán no arranca. Incrédulo sigo apretando el interruptor vez tras otra sin resultado alguno. Pánico. Me leo de pe a pa los consejos de mantenimiento. Destornillo y limpio el filtro, compruebo que la toma de corriente funcione y que no se hayan atascado ni la entrada ni la salida de agua. Nada. Busco en internet tutoriales que me ayuden. Con tanto trajín he olvidado apagar la campana extractora, así que apoyo mi índice- otra vez el índice- en el pulsador: sigue haciendo ruido, no se desconecta. Toco botón tras botón sin resultado alguno. Mi campana – lo que queda de ella- es de marca alemana, metalizada, de las buenas.
Ana me mira y lo dice: obsolescencia programada. La rabia me corroe: ¿será posible que un perverso ingeniero alemán – seguro que miembro de algún asqueroso y violento grupúsculo neonazi- quiera fastidiarme la vida? Con terror recuerdo que tanto la nevera como la lavadora son alemanas*, metalizadas, de las buenas… y compradas en la misma fecha. Agarro mi raqueta de tenis y me protejo la cabeza con una cacerola. He decidido atrincherarme en la cocina hasta que el seguro me mande un técnico. No pasarán.
(Es posible que la obsolescencia programada sea un mito y mis desgracias solo una casualidad. Los cargos públicos si deberían tenerla, al menos buena parte de ellos, pero leñe, no mis electrodomésticos).
Lo que nunca caerá en desuso – aunque algún desustanciado se empeñe- es la literatura y el ensayo de calidad. Abrir las primeras páginas de Mañana tendremos otros nombres de Patricio Pron – obra galardonada con el Premio Alfaguara 2019- es una memorable experiencia estética e intelectual, pues memorable es enfrentarnos a un texto que nos obliga a interrogarnos sobre los conceptos que nos guían tanto en el amor como en el desamor. En el nuevo libro de la editorial Contraseñas, Tener un cuerpo, la autora francesa Brigitte Giraud disecciona en cinco capítulos los periodos más importantes de su vida, su pluma logra conmovernos, como nos conmueve a la vez que nos indigna el importantísimo libro que Lola Venegas, Isabel M. Reverte y Margó Venegas han escrito: La guerra más larga de la historia. 4.000 años de violencia contra las mujeres, publicado por Espasa Calpe.
*No soy germanófilo como tampoco afrancesado, amante de lo británico o adicto al cachirulo. Compré los electrodomésticos aconsejado por un amigo y a muy buen precio: tampoco soy rico. Y digo esto porque seguro que alguno- siempre es “alguno”- utiliza mis palabras para estigmatizarme: amigo, no seas malo.