Todos arrastramos un pasado. Aunque te pese, aunque me pese.
Algunos también arrastramos más barriga. Aunque te pese, aunque me pese.
El pasado no se deja borrar, como mucho lo disimulas. La barriga – en
teoría- es susceptible de ser eliminada con poco comer y mucho correr.
Pero si existe, no te empeñes en disimularla, es imposible.
El pasado puede ser una losa, pero también un buen recuerdo, e incluso
un acicate. La barriga siempre es una losa.
No paro de acordarme de 55 días en Pekín, la
mítica película de 1963 dirigida por Nicholas Ray y producida
por Samuel Bronston que se rodó en Las Rozas (Madrid) y en la
que actuaron entre otros Charlton Heston, Ava Gardner, David
Niven y una infinidad de actores españoles en
papeles secundarios(Alfredo Mayo, Conchita Montes, etc.)
*
La cosa iba de una revolución nacionalista en China en 1900 en la que
los muy malvados ciudadanos chinos rodeaban a los embajadores de las potencias
occidentales con la intención de cargárselos. También al embajador español, un
señor elegante y amable que siempre hablaba con cordura, lo que a los niños de
la época nos producía la misma ilusión y extrañeza que los triunfos deportivos
de Santana o Ángel Nieto. Es verdad que al final
los tiros y mamporros los repartían (como siempre) los yankees, pero allí
estábamos nosotros, en primera fila.
Lo nuestro, lo mío, han sido 54 días. Para algunos más, para algunos menos,
pero eso sí, sin embajadores ni marines al rescate, que ahora, si por su
presidente se tratara, solo se moverían para repartir entre
sus compatriotas rebeldes.
54 días es un pasado que arrastrar. Y en mi caso, también, algo
más de barriga. De momento, cosa rara, ni una ni otra me pesan demasiado. Ojalá
sea siempre así.
La literatura se alimenta del pasado, de qué si no. Parte de ella
también de estómagos agradecidos, pero esa mejor ignorarla. La inagotable
cantera argentina no para de lanzar al mercado libros que merecen ser leídos.
Santiago H. Amigorena vive en Francia y escribe en
francés: El gueto interior (traducido por Martín
Caparrós) vuelve al inagotable tema del Holocausto desde una visión
personal y diferente, desde el silencio de su abuelo. Un obra que ha
merecido la atención de la crítica de muchos países. Javier Argüello vive
y trabaja en Barcelona y en Ser rojo relata también una
historia familiar y generacional: la de la militancia de izquierdas en los años
70 y 80 en América Latina. Ambos han sido publicados por Literatura Random
House.
Theodor Kallifatides, que ya nos enamoró con Otra vida
por vivir (Premio Cálamo Extraordinario 2019), publica El
asedio de Troya, obra traducida por Neila García, un bellísimo texto en
el que la vida de un niño en la Grecia ocupada por los nazis se entrecruza con
el relato de La Ilíada. Una maravilla editada por Galaxia Gutenberg.
A Rachel Cusk, canadiense del 67, no le importa para nada
mostrarnos sus Despojos. Sobre el matrimonio y la separación,
y lo hace gracias al buen hacer de su editorial, Libros del Asteroide, y al de
su traductora, Catalina Martínez Muñoz.
Todos arrastramos un pasado. Aunque te pese, aunque me pese.
Algunos también arrastramos más barriga. Aunque te pese, aunque me pese.
El pasado no se deja borrar, como mucho lo disimulas. La barriga – en
teoría- es susceptible de ser eliminada con poco comer y mucho correr.
Pero si existe, no te empeñes en disimularla, es imposible.
El pasado puede ser una losa, pero también un buen recuerdo, e incluso
un acicate. La barriga siempre es una losa.
No paro de acordarme de 55 días en Pekín, la
mítica película de 1963 dirigida por Nicholas Ray y producida
por Samuel Bronston que se rodó en Las Rozas (Madrid) y en la
que actuaron entre otros Charlton Heston, Ava Gardner, David
Niven y una infinidad de actores españoles en
papeles secundarios(Alfredo Mayo, Conchita Montes, etc.)
*
La cosa iba de una revolución nacionalista en China en 1900 en la que
los muy malvados ciudadanos chinos rodeaban a los embajadores de las potencias
occidentales con la intención de cargárselos. También al embajador español, un
señor elegante y amable que siempre hablaba con cordura, lo que a los niños de
la época nos producía la misma ilusión y extrañeza que los triunfos deportivos
de Santana o Ángel Nieto. Es verdad que al final
los tiros y mamporros los repartían (como siempre) los yankees, pero allí
estábamos nosotros, en primera fila.
Lo nuestro, lo mío, han sido 54 días. Para algunos más, para algunos menos,
pero eso sí, sin embajadores ni marines al rescate, que ahora, si por su
presidente se tratara, solo se moverían para repartir entre
sus compatriotas rebeldes.
54 días es un pasado que arrastrar. Y en mi caso, también, algo
más de barriga. De momento, cosa rara, ni una ni otra me pesan demasiado. Ojalá
sea siempre así.
La literatura se alimenta del pasado, de qué si no. Parte de ella
también de estómagos agradecidos, pero esa mejor ignorarla. La inagotable
cantera argentina no para de lanzar al mercado libros que merecen ser leídos.
Santiago H. Amigorena vive en Francia y escribe en
francés: El gueto interior (traducido por Martín
Caparrós) vuelve al inagotable tema del Holocausto desde una visión
personal y diferente, desde el silencio de su abuelo. Un obra que ha
merecido la atención de la crítica de muchos países. Javier Argüello vive
y trabaja en Barcelona y en Ser rojo relata también una
historia familiar y generacional: la de la militancia de izquierdas en los años
70 y 80 en América Latina. Ambos han sido publicados por Literatura Random
House.
Theodor Kallifatides, que ya nos enamoró con Otra vida
por vivir (Premio Cálamo Extraordinario 2019), publica El
asedio de Troya, obra traducida por Neila García, un bellísimo texto en
el que la vida de un niño en la Grecia ocupada por los nazis se entrecruza con
el relato de La Ilíada. Una maravilla editada por Galaxia Gutenberg.
A Rachel Cusk, canadiense del 67, no le importa para nada
mostrarnos sus Despojos. Sobre el matrimonio y la separación,
y lo hace gracias al buen hacer de su editorial, Libros del Asteroide, y al de
su traductora, Catalina Martínez Muñoz.
Todos arrastramos un pasado. Aunque te pese, aunque me pese.
Algunos también arrastramos más barriga. Aunque te pese, aunque me pese.
El pasado no se deja borrar, como mucho lo disimulas. La barriga – en
teoría- es susceptible de ser eliminada con poco comer y mucho correr.
Pero si existe, no te empeñes en disimularla, es imposible.
El pasado puede ser una losa, pero también un buen recuerdo, e incluso
un acicate. La barriga siempre es una losa.
No paro de acordarme de 55 días en Pekín, la
mítica película de 1963 dirigida por Nicholas Ray y producida
por Samuel Bronston que se rodó en Las Rozas (Madrid) y en la
que actuaron entre otros Charlton Heston, Ava Gardner, David
Niven y una infinidad de actores españoles en
papeles secundarios(Alfredo Mayo, Conchita Montes, etc.)
*
La cosa iba de una revolución nacionalista en China en 1900 en la que
los muy malvados ciudadanos chinos rodeaban a los embajadores de las potencias
occidentales con la intención de cargárselos. También al embajador español, un
señor elegante y amable que siempre hablaba con cordura, lo que a los niños de
la época nos producía la misma ilusión y extrañeza que los triunfos deportivos
de Santana o Ángel Nieto. Es verdad que al final
los tiros y mamporros los repartían (como siempre) los yankees, pero allí
estábamos nosotros, en primera fila.
Lo nuestro, lo mío, han sido 54 días. Para algunos más, para algunos menos,
pero eso sí, sin embajadores ni marines al rescate, que ahora, si por su
presidente se tratara, solo se moverían para repartir entre
sus compatriotas rebeldes.
54 días es un pasado que arrastrar. Y en mi caso, también, algo
más de barriga. De momento, cosa rara, ni una ni otra me pesan demasiado. Ojalá
sea siempre así.
La literatura se alimenta del pasado, de qué si no. Parte de ella
también de estómagos agradecidos, pero esa mejor ignorarla. La inagotable
cantera argentina no para de lanzar al mercado libros que merecen ser leídos.
Santiago H. Amigorena vive en Francia y escribe en
francés: El gueto interior (traducido por Martín
Caparrós) vuelve al inagotable tema del Holocausto desde una visión
personal y diferente, desde el silencio de su abuelo. Un obra que ha
merecido la atención de la crítica de muchos países. Javier Argüello vive
y trabaja en Barcelona y en Ser rojo relata también una
historia familiar y generacional: la de la militancia de izquierdas en los años
70 y 80 en América Latina. Ambos han sido publicados por Literatura Random
House.
Theodor Kallifatides, que ya nos enamoró con Otra vida
por vivir (Premio Cálamo Extraordinario 2019), publica El
asedio de Troya, obra traducida por Neila García, un bellísimo texto en
el que la vida de un niño en la Grecia ocupada por los nazis se entrecruza con
el relato de La Ilíada. Una maravilla editada por Galaxia Gutenberg.
A Rachel Cusk, canadiense del 67, no le importa para nada
mostrarnos sus Despojos. Sobre el matrimonio y la separación,
y lo hace gracias al buen hacer de su editorial, Libros del Asteroide, y al de
su traductora, Catalina Martínez Muñoz.
Esta semana seguimos con nuestras presentaciones online a
través de nuestra página de facebook. Si no usas esa red social escríbenos y te
interesa verlas y oírlas, escríbenos y te contaremos como puedes hacerlo.
Nos vemos en
Cálamo. Un fuerte abrazo. Paco Goyanes.
ESTA SEMANA EN CÁLAMO…
9 de junio martes 19 horas Rafa Cervera
Rafa Cervera presenta Porque ya no
queda tiempo, obra editada por Jekyll & Jill. Conversará con el
escritor Agustín Fernández Mallo.
En Facebook
Live @libreriacalamo
11 de junio jueves 18 horas Irene Vallejo
Irene Vallejo presenta El futuro
recordado, obra publicada por Editorial Contraseña.
Conversará con Alfonso Castán, editor de Contraseña
Editorial.
En Facebook
Live @libreriacalamo
A partir de las 19 horas Irene
Vallejo firmará ejemplares de sus obras previa cita concertada
a través de calamo@calamo.com
Rogamos que solicites cita para la firma del
libro que se presenta y que por favor lo adquieras en Cálamo. Agradecemos tu
comprensión y que tengas en cuenta el esfuerzo y trabajo que realizamos.
Gracias.
*El bueno de
Nicholas Ray tuvo que abandonar el rodaje a la mitad merced a su mucho beber y
poco comer…Tardaría en volver al cine.