Al
principio de los tiempos fue un Renault 5 de color verde judía verde. Nada más entregar la señal, firmar el crédito y sacarlo del concesionario, lo rayé de manera espectacular con un container de escombros a la entrada del
garaje, una desgracia. A pesar de dejarme tirado en una abrupta carretera
eslovaca de montaña cuando todavía existía el Telón de Acero, fue un buen
compañero.
Tras reventarle el motor por no fijarme en la
temperatura del aceite, me pasé a un enorme y sólido Volvo de segunda mano, que
acabó siendo de tercera tras pillármela –la mano- una buena amiga que cerró la puerta trasera
sin fijarse. Desde entonces desconfío de los suecos.
Un
Honda rojo metalizado me robó el corazón, pero alguien hizo lo propio con mi sesera:
acabé comprando un modelo antiguo de color gris ceniza, el coche más feo de mi
historia, el más feo de la historia a secas. Cuánto habré llorado por lo que
pudo ser y no fue.
Como
la familia crecía, nos hicimos con un
cinco plazas que tenía un maletero
enorme del que por arte de magia aparecían dos asientos más. En veinte años
creo que los hemos utilizado un par de veces. Eso sí, durante ese lapsus de
tiempo hemos disfrutado de un vehículo con poco motor- cuando sube una cuesta
dan ganas de bajar en marcha para empujarlo- , una carrocería enorme a la que
el cierzo zarandea sin piedad y un aire acondicionado que calienta en verano y
refresca en invierno. No digo la marca, pero es de donde Napoleón.
Como
no hay historia de desamor que dure eternamente, contra viento, marea, pandemia
y miedo, decidimos cambiar de auto, pero eso sí, cumpliendo todos los
requisitos ecológicos y sociales que nuestra ideología exige.
Empezamos
comprando una revista en la que aparecen todos los modelos del mercado automovilístico y su correspondiente
precio. Por un montón de páginas de papel satinado impresas a todo color
pagamos 1 miserable euro. Muy sospechoso.
A
continuación le pedimos a nuestro amigo Jesús (médico, escritor maldito, amante
de los placeres de la vida, deportista y persona comprometida) que nos
asesorara, cosa que hizo enviándonos una interminable serie de “guasaps” en los
que hablaba de SUV, emisiones catalíticas, motorizaciones sincopadas y
epicentros de seguridad: no entendimos nada.
Y
para rematar, el pasado viernes a las
15.30 horas, cuando los termómetros marcaban 43 grados a la sombra, nos fuimos
de concesionarios.
Tras
perdernos durante media hora en la carretera de Logroño, encontramos uno enorme
que debía ser la madre de todos los concesionarios: un montón de edificios
repletos de vehículos en los que reinaba un aire acondicionado polar, algo así
como el pedazo nave en la que habita la madre de Alien en la (fabulosa)
película de James Cameron, Alien 2: el regreso.
Nada
más atravesar la puerta, siete empleados
– siete- se levantaron de sus mesas de trabajo y se fueron al fondo de la sala,
toda una excursión. Prometo por mi honor
que ese día nos habíamos duchado y que no llevábamos la recortada. Un octavo -mediana edad, calva nuclear, patillas anchas tipo
poeta moderno, delgado, soso- no pudo escapar a nuestro saludo. Cuando estaba a
cinco metros de nosotros, le suena el móvil y contesta sin decirnos si quiera
un “perdonen un momento”, por ejemplo. Tras diez minutos de infructuosa espera,
alucinados y cabreados nos largamos saludando con la mano en plan iros al
carajo y que os manden a vender pipas al Bulli o a otro garito de esos que abre
y cierra el Ferrán Adrià.
Hemos tirado la revista a la basura,
silenciado – momentáneamente- a Jesús y llevado a limpiar nuestro anciano y leal cacharro.
Abajo el capitalismo.
Antes
de echarte a la carretera pasa por el taller mecánico: el protagonista de La avería de Friedrich
Dürrenmatt no lo hizo…Brutal novela corta que pone al poder judicial a caer
de un burro. Excelente traducción de Jorge Seca.
Las tres de la mañana,
además de la hora en la que estos días nos despertamos sudando, es el título de
la última obra de Gianrico Carofiglio, hermosa historia en la que un
hijo y un padre se reencuentran paseando por Marsella. Traducción de Carmen García-Beamud.
Pasear
por Zaragoza y sus gentes es una de las aficiones de nuestro admirado y querido
José Luis Cano. Media Vaca editorial
reedita Zaragoza. 80 brevísimas semblanzas para provecho de vecinos y
recreo de los lectores, una joya que debe lucir en tu biblioteca de
manera inmediata. Edición ampliada.
Original,
brillante, diferente, inteligente…muchos y buenos adjetivos se merece El
peón, última obra del editor y
periodista Paco Cerdà. En 1962, Arturo Pomar y Bobby Fischer juegan una mítica
partida de ajedrez. Alrededor de sus 77 movimientos danzan “los peones”, los
disidentes, los que antepusieron su compromiso personal y sus convicciones
políticas por encima de todo.
Cálamo permanecerá abierta todo el mes
de agosto, salvo el jueves 13 y el viernes 14, que así aprovechamos y tenemos
cuatro días para descansar.
No
es este el verano que estábamos esperando, pero de nada vale lamentarlo. Vendrán
otros y serán mejores, seguro. Sigamos compartiendo lecturas, conversación,
risas y amistad.
Un
fuerte abrazo en nombre de todo el equipo de Cálamo. Paco Goyanes.