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De días tristes; de me pongo serio y seguro que meto la pata; de que estoy hecho un llorica; de construir cultura.

Todo empieza el día que decides no escribir o hablar de ciertos temas. Cuando te sorprendes a ti mismo autocensurándote, pensando que no merece la pena complicarse la vida por una palabra de más.


En las diferencias de opinión- sin dejar de defender tozudamente las mías- tiendo a ponerme en el lugar del otro para intentar entenderlo o poder refutarlo con convicción. Pero lo que no hace tanto tiempo era una virtud, hoy no lo es, todo lo contrario. La duda, el temor a equivocarse, ya no se llevan: son síntomas de debilidad, de cobarde equidistancia, de traición.


Nuestro amado Goya lo escribió: “el sueño de la razón produce monstruos”. Y a la razón se le duerme fácil, basta con que le llegue la brisa de las banderas.


Hoy, 14 de octubre, he llorado. Y no solo yo. Los muros siguen creciendo con tanto afán de mártir y tanto de verdugo. No hay mucha distancia entre uno y otro, enseguida pueden intercambiar sus papeles.


Entre tanto grito, entre tanto insulto, espero que las lágrimas – que son muchas- apaguen el fuego de la insensatez. Lo dudo, pero lo deseo. *



Punto y aparte. Decía De Gaulle que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos. Y tenía razón. Nuestra manera de “hacer política”, de defender una sociedad más justa, culta, ecológica y solidaria es promocionar la lectura. No me digas que no es un buen programa.





*Estoy hecho un llorica: la recién estrenada película de Amenábar, Mientras dure la guerra, me emocionó por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Para nada es panfletaria, banal o “equidistante”. Extraordinaria contribución artística y cívica a un país desmemoriado. Alegra saber que al poco de estrenarse ya ha sido vista por más de un millón de personas.