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Cálamo: de que me he comido un bosque

Hoy me he comido un bosque, he estado en un McDonald’s. Por más que me lances miradas incriminatorias no te lo voy a explicar. A lo mejor tenía otra alternativa, pero me ha dado pereza, la verdad. Vuelvo a empezar.

Hoy me he comido un bosque, he estado en un McDonald’s. Tras abrirse sus puertas  --no abres sus puertas, sus puertas se abren--, me he colocado delante de una especie de tótem que sustentaba una pantalla digital con más pulgadas que el Gran Cine Palafox. De la generosa oferta que se ha desplegado antes mis ojos he elegido una hamburguesa simple con queso y una ensalada verde que te quiero verde con dos tomatitos cherri tamaño perla Isabel Preysler. Después, sin dificultad alguna, olé, he hecho el pedido y lo he pagado con mi tarjeta visa.

El tótem ha escupido un ticket de medio kilómetro con el detalle de mi comanda y otro de cuatrocientos metros con su número, el 084. Tras enrollarlos de manera precipitada y memorizar el número, me he dirigido a un mostrador repleto  jóvenes con uniforme, todos muy atentos y diligentes. He esperado hasta que me han llamado –al número, no a mí—y me han entregado una bandeja muy cuca que contenía:

-          Un mantel de papel.

-          Una servilleta de papel.

-          Una cuchara y un tenedor de madera, muy monos.

-          Un envoltorio de papel con una hamburguesa dentro.

-          Una cajita de catón con ensalada verde que te quiero verde y dos tomatitos cherri.

-          Una bolsita de plástico con la salsa de la ensalada.

-          Un frasquito de plástico con aceite de oliva virgen.

-          Un sobrecito de papel con sal.

-          Un sobrecito de papel con pimienta.

Me he sentado y comido mi refrigerio. Y seguía teniendo hambre, ya que la hamburguesa era del tamaño de las que imagino que dan a los reos en el pasillo de la muerte de las cárceles en USA,  qué para qué gastar. Y sed, que con tanta pantalla digital se me había olvidado pedir de beber.

He vuelto al tótem y he pedido otro envoltorio de papel con hamburguesa, una bolsa de papel con patatas, un doble de  plástico con mayonesa y una botella de plástico con 33 ml de agua.

En el momento de pagar, Greta Thunberg se ha puesto a mi lado mirándome de arriba abajo y con una sonrisa y en sueco me ha dicho: “Hay que ver, Paco”. Me he zampado todo y he salido disparado. Qué vergüenza, leñe.