Pensamientos sueltos a raíz de la lectura de Insumisos, la última obra de Tzvetan Todorov, editada por Galaxia Gutenberg.
Todorov nació en Bulgaria y vive dese 1963 en París. Libro tras libro se ha ido convirtiendo en uno de los intelectuales europeos más respetado, entendiendo por “intelectual” al que piensa y opina sobre la esfera pública con afán de transformarla, y no al tertuliano vociferante que utiliza su acceso a los medios de comunicación paera deshacerse de la mucha bilis que le amarga la vida.
Insumisos nos invita a hacer un recorrido por la vida de mujeres y hombres que podemos definir como “buenos”: aquellos que antepusieron sus preceptos morales por encima de todo, que asumiendo sus contradicciones y contra viento y marea eligieron caminos difíciles frente al poder, a la opinión pública e incluso en ocasiones a los de su “propia cuerda”.
Etty Hillesum, Germaine Tillion, Borís Pasterkak, Nelson Mandela, Edward Snowden… personajes de un “santoral” laico que deberían ser modelos humanos a imitar y sobre los que se deberían hablar en las escuelas y colegios. Ninguno de ellos aparecerá ni de casualidad en las revistas del cotilleo, en los suplementos “modernos” de EL País o El Mundo, ni en ese programa infumable llamado – cómo no- “Corazón, corazón” que precede al telediario del mediodía de la televisión pública.
Casi todos ellos y como consecuencia de sus personales procesos de reflexión, participaron de manera valiente y generosa en la vida política de las sociedades que les toco vivir. Asombra y enternece su afán de entender al “enemigo”, de utilizar la palabra y no el insulto o la descalificación. Lo contrario que por estos pagos: en eso la derecha es maestra y la izquierda una buena alumna.