Visito con regularidad el cementerio, cosas de la edad. La asepsia de sus velatorios, la elegante y armoniosa arquitectura de sus capillas y su bullicioso bar, abierto a todas horas, me resultan espacios de amable y definitiva socialización.
Casi todos los funerales a los que asisto son laicos, pero los religiosos resisten con gallardía.
En los primeros, amigos y conocidos del finado leen conmovedores textos de homenaje, casi siempre hermosos aun dentro de su precipitación: la parca no avisa y cuando lo hace nunca la creemos. Abundan delicadas piezas musicales y oportunos poemas. Si el finado es afamado, es habitual escuchar algún panegírico excesivo, panegírico que delata las ganas de su autor tanto de lucirse como de apropiarse de la herencia intelectual del desaparecido.
En los religiosos, dentro de la seriedad que la ocasión exige, lo suelo pasar bien. Últimamente y merced a las crisis de vocaciones que sufre la Iglesia Católica, muchos de los oficiantes son emigrantes africanos y latinoamericanos, lo que para algunos asistentes representa una sorpresa mayúscula y en ocasiones molesta.
A pesar de mi ateísmo, asisto a las ceremonias con total respeto y educación. Me levanto y siento cuando toca, para nada al revés. Permanezco en silencio y cuando se pronuncia la frase “daros fraternalmente la paz”, reparto apretones de mano a diestro y siniestro.
En la última en la que estuve presente, un brillante sacerdote argentino leyó el Evangelio con perfecta y blanca dicción e impartió un sermón verdaderamente memorable, sermón rematado con una potente idea que sedujo al público asistente: “Dios nos tiene preparada una nueva casa”.
Quiso el destino o el más allá que en ese mismo momento sonara un móvil justo a mi lado y que su propietaria, presa de los lógicos nervios, en vez de apagarlo aceptara la llamada activando a la vez el altavoz: “Buenos días, ¿qué es lo que desea?”.
Todavía no me he repuesto de la impresión. Cuando lo logre, pediré a quién corresponda que la mía sea con vistas. Por favor, claro.
El próximo martes 17 de enero nos visita Ray Loriga para presentarnos su nuevo y esperado libro: Cualquier verano es un final. Una buena ocasión para volver a vernos.
Abrazos. Paco Goyanes
PRÓXIMAMENTE EN CÁLAMO
Ray Loriga presenta Cualquier verano es un final, obra publicada por Alfaguara Editorial. Conversará con el periodista Javier Losilla. El actor y director teatral Rafael Campos leerá textos seleccionados.
Javier Muñoz Soro presenta Morir lejos de casa. Las cartas de los soldados italianos en la Guerra Civil española, obra editada por Marcial Pons Librero S.L.
El autor estará acompañado por Miguel Ángel Ruiz Carnicer y José Luis Ledesma.
CÁLAMO RECOMIENDA
Sofoco. Laura Ortiz. Cada uno de los nueve relatos de este libro, el primero que se publica de la colombiana Laura Ortiz, es una joya. Un reencuentro con la mejor de las literaturas, con aquella que nos atrapa, conmueve y emociona. Léanlo, por favor. Que se entere el mundo.
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Diario de una invasión. Andréi Kurkov.
«Al principio no entendíamos qué era la guerra. No puedes entenderlo hasta que la escuchas y la ves».
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Exterminad a todos los salvajes. Sven Lindqvist.
Historia de los bombardeos. Sven Lindqvist.
Que se reeditaran las dos obras fundamentales del extraordinario periodista y escritor sueco fue una de las mejores noticias literarias del año 2022. Nunca nos cansaremos de recomendarlos: si quieres entender la historia europea del siglo XX, lee a Lindqvist. Nos lo agradecerás.
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